domingo, 24 de enero de 2010

El Fin y los Medios. Principio de Acción - Reacción. Repercusión en Vadinia, Tierra de Justos.II

Esta entrada es una continuación de la primera


Algunos datos:
-La mayor productora de energía hidráulica de España, gestionada por Iberdrola y CHD.
-Se produce el 95% de la energía hidráulica de la Comunidad.
-La cuenca del Duero genera entre el 20 y el 25% de la energía hidráulica nacional.
-Su producción es superior a la de 3 centrales nucleares.
-Abastecería durante un año a una ciudad de un millón y medio de habitantes.



Vale.

martes, 7 de julio de 2009

Las vacas de Vadinia

07.07.2009




Leche, poca y no siempre, trabajaban demasiado para criar los jatos con frecuencia que nos hubiera gustado, y comían lo que había, que en muchas ocasiones era escaso. Carne, pues tampoco mucha, eran más fuertonas de la parte delantera que la trasera y no daban mucho de sí. Aquellas "vacas del país" que cuando las cubría el toro del pueblo nos parecía a los guajes que se iban a descoyuntar con las embestidas que recibían, creo que pertenecieran a la raza "Tudanca" fuertes y resistentes, a falta de medios mecánicos, suponían una garantía para las labores cotidianas del hogar montañés. No fue hasta mediados los años setenta cuando el creciente interés por la producción láctea condujo a la moda de los cruces con toros suizos que dieron lugar a la "ratina" una subespecie de "Pardo-Alpina" de una tonalidad grisácea y porte equilibrado, mil veces cruzadas con otras vecinas comarcas en ferias, pero las vacas de leche que hoy conocemos, que han llegado hasta nuestros días y que se resisten a desaparecer de las pocas explotaciones ganaderas tradicionales que aún sobrevivien en nuestros pueblos.



Generaciones de vacas que legaban sus nombres a las hijas, y que permanecen aún en nuesta memoria como viejas compañeras de juegos y labores. Un cuerno torcido, el peculiar andar, la tonalidad de su pelaje, inconfundibles aún en fotografías después de tantos años.
Algunas de ellas:

Nombres de animales:
La Coneja, la Liebre, la Corza, la Cierva, la Paloma, la Cuca.

Referencias geográficas:
La Turca, la Mora, la Gallega, la Valenciana, la Castellana, la Asturiana, la Serrana.

Caracteres físicos y de personalidad:
La Gallarda, la Princesa, la Marquesa, la Pinada, la Garbosa, la Chatina, la Airosa, la Morena, la Blanca, la Parda, la Mocha, la Galana, la Mansa, la Corva, la Bonita.

Otras:
La Nevada, la Estrella, la Chispa, La Gitana, la Romera.


Vale.

martes, 12 de mayo de 2009

Objeción de conciencia

12.05.2009


1.-Que con fecha de once de agosto de mil novecientos noventa y ocho, J.A. R. V. es sorprendido por agentes del Seprona practicando la pesca en el embalse de Riaño, concretamente en el lugar conocido como «Bostraniego», en el límite de los términos municipales de Riaño y Crémenes.

2.-Que al ser requerido para su identificación por parte de los guardias, J.A. R. V. se niega a mostrar su documentación, alegando que bastaba a efectos identificativos con el apodo por el que era conocido, «El calostro, de Huelde»

3.-Que al serle solicitada la pertinente licencia administrativa de pesca, J.A. R. V. reconoce no estar en posesión de la misma por no haberla solicitado, al entender que no la necesitaba.

4.-Que en el momento de producirse los hechos descritos, J.A. R. V. no tenía en su poder captura alguna, asegurando que practicaba la modalidad de pesca sin muerte.

5.-Que los agentes redactaron la preceptiva denuncia y fue firmada por el recurrente, J.A. R. V., que reconoce su firma y la validez de la misma a efectos de notificación.

6.-Que el importe de la sanción en aplicación de la normativa vigente ascendía a un total de siete mil pesetas.

7.-Que durante el periodo de alegaciones J.A. R. V. manifestó en su escrito de defensa que se sentía asistido por un «derecho de naturaleza moral» sobre las aguas y lo que estas contenían, para la realización de la actividad de pesca sin necesidad de solicitar permiso alguno.

8.-Que dicho derecho nacía en virtud a los irreparables prejuicios causados por el anegamiento de su lugar de nacimiento y demolición del hogar de sus antepasados, que J.A. R. V. sitúa en el lugar aproximado donde se cursó la denuncia.

9.-Que dichas alegaciones fueron desestimadas por la Administración autonómica por entender que carecían de fundamentación jurídica alguna que desvirtuase la ejecutoriedad de la Resolución Sancionadora dictada por su Consejería como consecuencia de la tramitación de la denuncia.

10.-Que este Tribunal, como intérprete del Derecho, asistido de las competencias que le son propias, debe entender del presente recurso, para resolver en el plazo correspondiente y dar traslado a las partes de lo acordado en Justicia.

Resuelve:

Declararse incompetente en la materia relativa al reconocimiento de los «derechos de naturaleza moral» por no existir sobre los mismos autoridad, regulación normativa o codificación alguna reconocidas, imposibilitando la necesaria justificación legal de la decisión tomada en cualquier sentido, remitiendo por lo tanto el peso de dicha responsabilidad, al sentido común de las partes, que velarán de común acuerdo por la defensa de aquellos principios de convivencia universales y regidos siempre por el único juez de la sensatez y el respeto mutuo.

lunes, 6 de abril de 2009

Calle Melancolía

06.04.2009



Llovía incesantemente y las gotas de agua martilleaban rítmicamente sobre el tejado. En la cama, hecho un ovillo entre las pesadas mantas, oía llover Isidoro al calor del hogar, resguardado de las inclemencias del frío otoño de la montaña. El pueblo descansaba silencioso la madrugada, musitando su letanía de soledad durante el sueño de sus vecinos. Únicamente las bestias, allá en el monte, fuera de los límites de los corrales y calles, soportaban sobre sí el monótono tributo que las nubes descargaban durante días y noches sobre aquellos abruptos valles de la Cordillera Cantábrica. Sin embargo Isidoro no dormía, lejanas evocaciones desvelaban su descanso. Sus años de pastor trashumante volvían a su memoria en contextos inesperados. Como ahora, que siente con nitidez el peculiar aroma de las retamas de escoba húmedas, o el perfume que la tierra exhala tras el chaparrón. Fueron suficientes años viviendo entre las bestias, lejos de las leyes de los hombres, para hoy añorarlos. Extraño entre los suyos, pero consciente de que su lugar en la vida se encontraba esa noche bajo el abrigo de las ropas de su cama. La cadera reclama su protagonismo en las reflexiones de Isidoro y le recuerda el legado menos nostálgico de aquellas mojaduras bajo el raso del cielo como único tejado. Mi sitio está aquí. Allí fuera los jabalines se revuelcan en el barro, mientras los corzos ladran asustados por los mil ruidos que sumergen al bosque bajo la lluvia. El aliento de la muerte recorre todas las noches hasta los más remotos rincones de la intemperie en busca de los más débiles.

Y sin embargo, no puede reprimir cierto sentimiento de desasosiego, al comprobar que esa falta de aire en sus pulmones que le impide conciliar el sueño, no es más que la claustrofobia que le induce sentirse cautivo entre cuatro paredes una noche como la de hoy.

Vale.

viernes, 6 de marzo de 2009

Si pasas el río, no bebas el agua, que la envenenaron los de la montaña

06.03.2009



Viva la montaña, viva,
viva el pueblo montañés,
que si la montaña muere
España perdida es.

Si pasas el río, no bebas el agua
que la envenenaron los de la montaña.

La montaña es un jardín,
las montañesas, las flores,
el que quiera ser feliz
busque en la montaña amores.

Si pasas el río, no bebas el agua
que la envenenaron los de la montaña.

De la montaña he venido,
a la montaña yo vuelvo,
porque sólo en la montaña
se cría todo lo bueno.

Si pasas el río, no bebas el agua
que la envenenaron los de la montaña.

Yo he nacido en la montaña
y morir en ella quiero,
porque estando en la montaña
estoy más cerca del cielo.

Si pasas el río, no bebas el agua
que la envenenaron los de la montaña.





A propósito de una reciente carta publicada en la Tribuna del Diario de León que lamentaba la desafortunada estrofa a la que hace mención el título de esta entrada, recupero el mismo debate para intentar arrojar algo de luz sobre la polémica. Lo cierto es que a mí personalmente nunca terminó de convencerme el añadido de "los mis amores son de la montaña" con que se sutituía la advertencia de envenamiento del agua.

La explicación parece más sencilla de lo que podamos imaginar, este tipo de canciones se han transmitido generacionalmente de forma oral y parece ser que esta referencia deviene de la época medieval, cuando con cierta frecuencia las esporádicas incursiones musulmanas (azeifas) llegaban hasta las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, parece ser que existía la costumbre de emponzoñar el agua de los arroyos para combatir estas incómodas visitas.

No he encontrado entre los historiadores que han escrito algo sobre nuestra zona ningún aval bibliográfico que recoja expresamente esta práctica, pero no es descabellada la suposición, ya que están documentadas incruentas batallas entre cristianos y moros nada menos que hasta la altura del mismísimo puerto del Pontón (Eutimio Martino - "Sajambre: los cántabros y la reconquista" cap.12 pp.128-129) Sorprende por ejemplo, comprobar, como en el año 866 aún Valdoré estaba en manos de los musulmanes y así mismo la existencia de fortificaciones defensivas moriscas a lo largo del curso del Esla desde Cistierna hasta Verdiago, o las escaramuzas contra bereberes en valle del río Dueñas.

Es sin duda un pasado lejano, del que aún hemos recibido ciertas reminiscencias orales en forma de topónimos, leyendas y canciones, y del que lejos de renegar, debemos sentirnos orgullosos y hacer lo posible por conocer y valorar.

Vale

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Hermano Lobo

24.12.2008


Han pasado muchos años desde aquella lejana tarde de otoño en que la Tía Tasia me encargase la penosa tarea de sacrificar aquel perrín de la Fosca que se había escalabrado tras recibir la coz de una de las vacas de mi padre. Aquella zarria de bicho, hecha una bola de sangre y con varios huesos rotos no hubiera tenido la más mínima posibilidad de prosperar en esos tiempos tan diferentes de los actuales, en que los veterinarios eran escasos y ajenos a los problemas de los perros que había por el pueblo.

Encaminando mis pasos hacia el grajero de la Paliella, con el animal en brazos, tendría que haber sido de piedra para no conmoverme con los sollozos que echaba la criatura. He leído muchas veces el pasaje de La familia de Pascual Duarte en que el protagonista descerraja un tiro a su fiel perra Chispa y aunque sé que no se puede comparar, me estremezco cada vez que repaso esas líneas.

Ya solo, allí sentado en silencio a los pies de aquel agujero oscuro y frío le daba vueltas a la naturaleza del llamado mejor amigo del hombre. Qué se le pasaría por la cabeza aquel remoto día a la ancestral criatura silvestre que fue lobo, quizá hastiada de las peleas por obtener un escalafón social, que le permitiese el mejor trozo de carne, el privilegio reproductivo exclusivo de la manada, o quizá simplemente hambrienta, olvidó el miedo por su primer y último enemigo mortal, el hombre, y se acercó por primera vez a lamer la mano del que a partir de ese momento pasaría a ser su dueño. Renunció a su sagrada libertad para someterse a los caprichos y voluntades de su amo, a cambio de un mendrugo de pan. ¿Cómo sería aquel difícil camino de domesticación, de qué manera se superarían las desconfianzas mutuas y se llegaría al pacto? ¿Quién ganó y quién perdió en aquel trato? ¿Echarían de menos los perrolobos como la Fosca el aullarle a la luna? ¿Les reprocharían en cambio la traición sus asilvestrados congéneres al sorprenderles en la labor de pastores? El adormecido pero no extinto instinto cazador, la excitación al oler el miedo de la presa, el círculo protector y familiar de la manada, la sensación de libertad ¿Era consciente aquel primigenio lobo del sacrificio al que sometió a su estirpe?

La Fosca y otras perras que hubo en casa, llegada la época de celo se echaban al monte durante días y volvían preñadas de lobos. Yo disfrutaba para mí imaginándolas en la espesura del monte corriendo entre los suyos caminos recordados por la herencia genética de su especie, dando rienda suelta por unos días y unas noches a todas las pasiones inhibidas durante su vida entre los hombres. Lo que más me llamaba la atención es que al final, siempre regresesaban al que ya consideraban su hogar. Ni el hambre, ni el sacrificio de sus camadas, ni los palos que de vez en cuando recibían, medraban en su tarea encomendada de servir a su dueño. Me asombraba y me sigue asombrando la ambivalencia de esta criatura, representa las dos caras de una misma moneda, el mismo animal que en libertad es el azote y enemigo del hombre, sometido a su yugo se convierte en su más fiel y entregado aliado.

Hay un viejo dicho español que reza "Dame pan y llámame perro" yo nunca lo he tenido en consideración. Muchas veces me ha sorprendido el destello de una inteligencia empática en la mirada de un perro. La fidelidad de este animal no se logra a base de mendrugos y eso lo sabe bien quien ha convivido con ellos. Hasta que punto habremos abusado del don de estas criaturas que hemos convertido su virtud en defecto. Tenemos una deuda eterna para con su especie de la que empecé a ser consciente aquella lejana tarde de otoño en que la Tía Tasia me encargase una penosa tarea...

Vale.

viernes, 31 de octubre de 2008

Las truchas de mi infancia

31.10.2008




Cuánto hambre quitaron en mi casa aquellas truchas que con furtiva maña sacaba de sus escondites el TíoAlipio. Dónde quedarían aquellas míticas tablas de Bachende, Las Salas... Unas sepultadas bajo el cieno y toneladas de agua, otras, arrastradas kilómetros por las inusuales avenidas artificiales.

Mil razones y explicaciones escuché y todas pueden llevar algo de verdad en sí.
El maldito pantano. Aguas abajo del muro, el desove se ve malogrado por los desembalses, cambios en el caudal y en la temperatura del río.
¿Aguas arriba? La porquería que antaño arrojaban los desagües de las casas nada tiene que ver con la que hoy se vierte. Las depuradoras de los pueblos, sin funcionar, provocan que la falta de oxígeno y la contaminación sean un serio problema,
¿Y los regueros de montaña? Ya no se ve esa profusión de renacuajos, orugos, saltamontes y demás fauna de río, asociada quizá a la presencia habitual de ganado. La ausencia del paisano que con su aprovechamiento de los árboles y arbustos ribereños hacía que llegara la luz al río, parece ser otro motivo a tener en cuenta.
No pretendo hacer una enumeración exhaustiva de las razones que se barajan, para el lector interesado le recomiendo que busque bibliografía de Francisco Purroy, profesor de la Universidad de León que ha escrito sobre el tema.

Sin embargo, no es ecesario ser una eminencia para comprender que es un frágil ecosistema que sigue sufriendo demasiadas agresiones injustificadas. Muchos de nuestros ríos siguen siendo escombreras de obras, cuando no directamente vertederos de electrodomésticos y otros enseres para los que no existe un servicio municipal o mancomunado de recogida específico.
Las culpas repartidas. A quien pudiendo, no pone los medios para evitar esta situación, y a nosotros mismos, que lo cierto es que no es que seamos más guarros que antes, sino que como hijos de nuestro tiempo, hemos pasado de la necesidad al exceso, de la autosuficiencia al consumo, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.

A propósito de estas reflexiones, la meritoria labor de La Crónica de León en la década de los noventa recorriendo los principales ríos de la provincia, se ha visto renovada por una reciente colección, que de manera a mi entender más poética, vuelve a remontar los cauces del Esla, Cea, Curueño, Sella, Luna, Bernesga, Torío ... Adjunto unos vídeos correspondientes a la primera parte del Padre Astura, presentado por el incansable Merino, y animo al lector a sumergirse en esta preciosa colección.

Vale.






miércoles, 24 de septiembre de 2008

El reventón

24.09.2008


El escenario de este breve relato se sitúa en una plácida tarde del mes de Septiembre, tras un agradable almuerzo en el pueblo de Las Salas, subo acompañado de un buen amigo a lo largo de la carretera que conduce a Remolina y nos desviamos hasta el muro del embalse por el camino del túnel. Una vez arriba, nos asomamos por el impresionante abismo que forma la bóveda que cierra la angosta garganta de roca. Un estruendo nos saca de nuestro arrobamiento al pasar una motocicleta de gran cilindrada y cruzarse con un camión que le dedica una sonora pitada. El eco del túnel amplifica el fenomenal barullo y nos deja aturdidos.

-Imagínate que colisionan ahí dentro y le da por arder al camión la que se arma
-No andas tan descaminado, hace unos años ya hubo un accidente por una avería y estuvo la carretera cortada toda la tarde hasta que vio una grúa que se llevó el vehículo.
-Si estalla el camión marcha el tunel abajo
-Y probablemente el muro del embalse tambien

Puestos a imaginar los más catastróficos panoramas imaginables, seísmos, ataques terroristas, fatales taras en la construcción, especulamos con la posibilidad de que reviente el forjado dejando total libertad a la brutal masa de agua del río Esla que reposa domada al otro lado del valle.

-Tengo oído por gente que sabe del tema que la ola llegaría hasta las puertas de la propia ciudad de León
-Lo que parece claro es que los efectos serían devastadores al menos hasta Cistierna, donde la vega se ensancha un poco
-Hasta Crémenes no nos daría tiempo ni de buscarnos un altillo
-¿Y qué medidas se tomarían en caso de que una debacle de esta magnitud se llegara a producir?
-Pues que yo sepa no existe ningún protocolo de emergencia
-No, al menos que se sepa en los pueblos, no hay nada previsto
-Es que es algo que en teoría nunca debe suceder
-Tampoco debería haber sucedido lo de Tous y mira la que se montó
-Mi cuñado vivió unos años en un pueblo de Burgos próximo a la central nuclear de Garoña, contaba que había una megafonía y que cada cierto tiempo se hacían unos simulacros para ponerse en lo peor y que si llegaba el día la gente al menos tuviera a qué atenerse

Prosigue la animada conversación desandando el camino recorrido de regreso a Las Salas y tenemos tiempo de tocar otros asuntos como el de las causas de la desaparición de la trucha en nuestros ríos, que bien daría para una reflexión aparte. Al llegar al pueblo reparo en un familiar mamotreto de hormigón instalado por Confederación que afea con descaro el paraje. Ya lo he visto en otros lugares como Liegos o La Villa pero no por ello termino de acostumbrarme a su insolente presencia. Se trata de unos caudalímetros para los que no ha operado en absoluto la obligación de integrarse en el entorno que para los paisanos que aquí vivimos es superlativa hasta rozar en ocasiones el esperpento.

Al llegar a casa me pongo a buscar en hemerotecas algo que tranquilice mi ánimo encendido y doy con esta noticia publicada unos meses atrás en El Mundo:

Ninguna de las grandes presas de Castilla y León tiene plan de emergencias por rotura
.

Algunos datos que extraigo a modo de curiosidad;

Si la presa de Riaño reventase estando prácticamente llena la ola llegaría a León capital en más de siete horas, a Cistierna en aproximadamente una hora y media y a Crémenes en media hora. La velocidad del agua en este último pueblo: 13 metros por segundo con un volumen de unos 70.000 metros cúbicos por segundo. Impresionante.

Antes de esa fecha existen otras referencias a inversiones, planes y proyectos de fondos otorgados a Confederación Hidrográfica del Duero para llevar a cabo estas actuaciones, pero años después no parecen haberse materializado en nada. Sin ser algo que se pudiera calificar como de urgente necesidad, al menos estará conmigo el lector en reconocer que es sintomático de cómo funcionan por aquí las cosas. Que no tengamos que acordarnos de Santa Bárbara al oir tronar...

Vale

lunes, 14 de julio de 2008

El Regreso

14.07.2008




Tienden a idealizarse en exceso los plácidos años de ingenua infancia, previos a las urgencias adolescentes que más tarde nos sacudirán al llegar a la mocedad. Como si todo aquel tiempo hubiera sido un camino de rosas. Sin embargo, hay un momento de aquellos años que recuerdo con dolorosa lucidez. Era ese momento, en Septiembre, en que muchos de los guajes abandonaban el pueblo camino del colegio. Este colegio, en el que los que podían (y los que querían) continuaban los estudios iniciados en la escuela del pueblo, por lo general era un internado de curas y estaba siempre lejos de nuestras casas. Por esas fechas en que los frutales se mostraban generosos en toda su exuberancia y el otoño comenzaba a pedir paso al verano, para los rapaces quedaban aún muchas cosas pendientes. Siempre había quien lo llevaba peor, pero quien más o quien menos nadie marchaba contento del pueblo. Atrás quedaban las interminables tardes de verano huevereando por las calles, en el río, levantando cabañas, cogiendo nidos, buscando siempre alguna diablura que hacer. En esa angustia que atenazaba el apetito, formando un nudo en el estómago y que convertía las últimas jornadas de vacaciones en una penosa cuenta atrás, cada uno lo llevaba como podía.


Los había como yo, que no me duele confesarlo, lloraban como madalenas a la espera de un milagro de última hora que prolongase contra todo pronóstico la estancia, pero que al final, resignados ante el cruel destino, eran depositados dócilmente en el coche de línea, como corderines mansos, rumbo a lejanos caminos, que aseguraban conducian a formarnos como "hombres de provecho"
Pero los que realmente me han hecho traer a colación este capítulo, eran los otros, los que no se conformaban con su sino y en la víspera de la partida se echaban al monte como perrolobos que repentinamente recuerdan su verdadera naturaleza. Algunos, pertinaces, año tras año llegado el momento clave se escapaban, como si por el hecho de reincidir, su suerte alguna ocasión cambiase. Normalmente la valentía duraba poco y aparecían por el monte, no muy lejos de las últimas casas del pueblo. Lo habitual era que, tras llegar al colegio y pasar una mala noche, poco a poco se te fuera pasando el disgusto. Al cabo de una semana estabas curado.
Pero los había de una raza a todas luces diferente, tal era su apego a la tierra que les vió nacer, que una vez ya internos, cogían su petate y se marchaban con alevosía y nocturnidad campo a través camino del pueblo. Más de uno logró su propósito y llegó a su destino, con el consiguiente disgusto de los padres, que para estos casos seguían dos procedimientos, o bien asumían que el rapaz no servía para estudiar y lo incorporaban al trabajo de la casa, o bien lo remitían de vuelta a los curas con la cartilla leída y el culo caliente.


Esta querencia natural que nos producía tanta nostalgia, algunos la denominan hoy en día "síndrome postvacacional" Resulta ahora que fuimos víctimas de un trauma infantil -vaya por Dios- que nosotros en nuestra inocencia, asociabamos más con una sana melancolía que nos obligaba a no olvidar nunca nuestros orígenes.


Todo esto porque la red de redes, por esas casualidades que hace posible la telaraña de las comunicaciones, me descubrió recientemente una historia que difícilmente habría llegado jamás a conocer, la de Juan, pastor en Villamuñío, que un buen día salió caminando de Fuenlabrada camino del pueblo, como aquellos guajes de la infancia:

Fuente : 20 minutos

Un pastor huye de la ciudad

11 de Julio de 2008. Tal día como hoy, hace ahora cinco años, Jose desapareció de casa.
Antiguo pastor, su llegada a Madrid resultó demasiado para él. Trabajaba como pastelero en Fuenlabrada, pero a sus 42 años fue incapaz de adaptarse a la vida de la gran ciudad.Como Dersu Uzala, el célebre cazador de la película de Kurosawa, echaba de menos los horizontes abiertos de su León natal. Y la naturaleza salvaje. “Yo soy libre, no soy esclavo de nadie”, justifica. Despedido por la empresa no se lo pensó dos veces. Se compró un puñal y, metiéndolo en un macuto junto a un mechero y cuatro anzuelos, decidió regresar caminando campo a través hasta su pueblo, Villamuñío, cerca de Sahagún. Ni dinero, ni carnet, ni teléfono, ni siquiera mapas. “Iba de supervivencia, como los animales, orientándome por el sol a ver hasta dónde podía llegar”. Y advierte con una sonrisa socarrona: “Fue una experiencia divina para la que hay que tener mucha inteligencia”.En el Alto de los Leones cazó una perdiz a la carrera. Más tarde atrapó un conejo, pero le pillaron los guardas. “Me trataban de usted”, explica todavía con sorpresa. “Les conté lo que hacía y no sólo no me hicieron nada, sino que me dijeron que si quería podía matar otro conejo para comer”.Dormía por el día y caminaba por la noche. Sólo lloró una vez. Cuando por el camino se encontró al tradicional enemigo de los pastores, un lobo atropellado que agonizaba en una cuneta. “Se me cayó el alma, el lobo es el animal más sincero que existe”.En Ávila lo detuvo la Guardia Civil, pues su familia había denunciado la desaparición. Explicada su original aventura siguió camino hacia el norte. Tardó una semana en recorrer los 400 kilómetros de la ruta, pero al final llegó. Reventado y feliz.“Fue un aviso. Ahora quiero hacer toda la Cordillera Cantábrica, desde Riaño a Galicia, pero eso me lo tengo que pensar un poco más”

domingo, 29 de junio de 2008

Una de Romanos

29.06.2008









“Tridio Alonge, El último relincho vadiniense”


Muy recomendable novela ambientada en el tiempo de los vadinienses, aquellos parientes lejanos que vivieron y murieron hace ya más de mil ochocientos años por estas que hoy decimos nuestras montañas. Disuadir, tanto a aquel lector que busque una versión contemporánea de las aventuras de Asterix, como al que busque un best seller, las elaboradas escenas costumbristas y las detallistas descripcipciones que rodean la narración le harán comprender que no se trata de un simple folletín de consumo fugaz.
La difícil tarea de evocar sentimientos y situaciones familiares mediante un lenguaje poético, sin perderse en ningún momento por empalagosos derroteros, queda resuelta de manera más que satisfactoria por Saturnino Alonso Requejo, el autor, natural de Remolina y hábil artesano de la palabra, como demuestra en este estupendo libro. El prólogo de la obra contiene una advertencia necesaria, no es su intención reescribir la historia, si no compartir con los demás esas veredas que conducen hacia las ensoñaciones personales.

« ¡Cualquiera sabe si fueron así las cosas! Pero si no lo fueron, bien pudieron haberlo sido.»


Se nos antojan lejanos a los ojos del mundo moderno aquellos hombres y mujeres que dejaron su indeleble huella en forma de piedras labradas con sencillos dibujos y sentidas dedicatorias. “Que la tierra te sea leve
Aún hoy siguen apareciendo bajo los suelos estas pesadas losas funerarias, o sosteniendo los sillares y muros de cuadras y casas antiguas, sin embargo, los huesos de las personas en cuya memoria se erigieron un lejano día han sido ya devueltos al ciclo de la vida eterna, disueltos por fuentes subterráneas de aguas claras y esparcidos en forma de primigenios minerales por tierras de las que se nutren las raíces de nuevas formas de vida que nacen y mueren, alimentando cada cual a su necesaria manera este perpetuo círculo, ajenos todos al tiempo de los hombres.¿Qué son al fin y al cabo mil ochocientos años? ¿Cuánto tarda un río en horadar la peña donde se asientan los cauces que nos dan de beber? ¿Y quién vio el lejano amanecer en que nacieron las montañas que el hombre siempre conoció en su lugar? Como bien decía Julio Llamazares, el paisaje es memoria.

Pero más allá de estas reflexiones, el sencillo relato de Tridio Alonge tiene la virtud de esbozar un amor por la tierra que hoy en día para muchos resulta difícil de comprender. Un desolador pragmatismo enturbia el razonamiento de las personas que dejan de apreciar las cosas por sí mismas si no conllevan una utilidad inmediata. Humillados y sometidos a un vasallaje voluntario, olvidamos nuestros lazos invisibles con todo lo que nos rodea, y enfermamos de una pena, que, a diferencia de la del protagonista, no sabemos de dónde procede. He disfrutado, en definitiva, mucho con esta lectura, de la que imagino el paciente lector sabrá apreciar y extraer sus propias y valiosas lecciones,

Vale