domingo, 8 de julio de 2007

Cartas desde Vadinia

21.07.2007




Vadinia en la historia



Si el paciente lector que dé con estas líneas estuviera interesado en una explicación objetiva del origen de la palabra Vadinia, habría que empezar por aclararle que se trata de un topónimo, que sirvió a Roma para referirse a unas tierras, situadas en lo que hoy corresponde al extremo noroccidental de la región leonesa, en la franja comprendida entre los valles y montañas que descendían de Norte a Sur desde el mazizo central de los Picos de Europa, hasta el comienzo de la ribera del río Esla. Este pueblo cántabro compartía frontera con los astures en el eje que forman las estribaciones del puerto del Pontón y fue conocido por plantar batalla durante diez años (29 a.C.-19 a.C.) a las poderosas tropas de Augusto en Monte Vindius, que muchos expertos sitúan hoy en Peña/Torre Santa.

Esta Vadinia, entonces poblada por aislados y reducidos núcleos de hombres libres, mantenía rudas costumbres y modos de vida ancestrales, historiadores romanos como Julio César, Ptolomeo o Plinio el viejo los describen como una sociedad de guerreros, con una marcada cultura del matriarcado y una economía de subsistencia. Desconocían el comercio y la escritura y practicaban el arte de la guerra desde jóvenes a lomos de caballos y mediante luchas que por las descripciones que nos han llegado, bien pudieran ser los remotos orígenes de la hoy conocida como lucha leonesa. Tenían una concepción sagrada de la libertad y preferían darse muerte entre sí antes que verse reducidos a esclavos. Se puede decir que fueron los últimos bárbaros dentro de las fronteras del imperio romano en sucumbir al avance de la primera oleada globalizadora de la historia de Europa.

Hace veinte siglos estos primitivos pueblos fueron sometidos al implacable avance de la civilización, que se fue consolidando silenciosamente a través de las calzadas y puentes romanos que abrieron y comunicaron al mundo este pequeño trozo de la piel de toro. Bajaron de los castros que defendían en las cumbres de las más escarpadas montañas y aprendieron a cultivar la tierra, olvidaron sus deidades relacionadas con las bestias y los fenómenos que observaban en la naturaleza y aprendieron el arte de la escritura, domesticaron animales y fundaron pueblos al cobijo de los valles en las fértiles vegas y prados de los arroyos de montaña.




Vadinia como Macondo


Existe un manido tópico filo-literario que afirma que la patria común del hombre es su infancia y al él me aferraré para desodorizar y alejar fantasmas del nombre y el simbolismo que entraña para mí Vadinia como lugar, más que real, imaginario, como memoria de paisaje, ventana a los recuerdos y evocaciones personales de gentes y lugares que quizá solo existan en mi imaginación.
Sirva esta breve declaración de intenciones para mitigar las razonables suspicacias del curioso lector que decida entregarse a la labor de sumergirse en la lectura de estas cartas sin destinatario conocido y dudoso remitente.

Trasciende pues Vadinia las fronteras de los pueblos y lugares físicos y reales que todos conocemos, se corresponde en cierta medida con un remanente del imaginario popular consistente en la idealización de la distancia. Entiendo que el hombre toma consciencia de sí mismo y de cuanto le rodea en la medida en la que es capaz de distanciarse y coger perspectiva de lo que abarca su visión, cuando sube una montaña y ve a sus pies los valles empieza a comprender la integración de las partes en un todo. La rutina empaña la mirada con el velo de lo cotidiano, priva de la emoción en la contemplación del descubrimiento, de la pasión que se experimenta cuando algo se siente por primera vez. Y acusa de miopía a nuestros actos y sentimientos, limitados a las cortas distancias, huérfanos de visión en conjunto, que pierden una necesaria dosis de realidad, de ser conscientes del lugar y momento que nos ha tocado vivir. Creo por esto que cualquier reflexión encaminada a aportar una pequeña visión personal al mosaico de miradas del común de los mortales, puede resultar enriquecedora si encuentra las palabras precisas y el interlocutor apropiado.




Cartas



¿Por qué cartas? Quizá la imagen más aproximada a la idea de comunicación que me inspira el anonimato de internet sea la de una botella flotando en la inmensidad del océano con un mensaje en su interior. Lo que no se puede ocultar es la voluntad de manifestarse hacia el exterior que supone el hecho de lanzar unas palabras sin destinatario conocido. Sin negar la dosis de vanidad que entraña el convencimiento de que este mensaje pueda llegar a interesar a alguien, quiero decir en mi descargo que intentaré ocupar un espacio que he buscado y no he visto nunca satisfecho en la red de redes. Por ello creo que la carta es el modo que mejor se ajusta a lo que quiero hacer de esta herramienta de comunicación, ya que no pretendo utilizar este estrado como tribuna para monólogos unidireccionales, sino que estará abierto para la participación y opinión de cualquier persona interesada.

El derecho de réplica conlleva sin embargo la obligación de la otra parte de comprometerse a respetar unos mínimos que hagan posible mantener el precario equilibrio de fuerzas entre los interlocutores. Cualquier golpe de mano en este sentido estará irrevocablemente condenado al ostracismo y la incomprensión del ruido. Citando al escritor Julio Llamazares «En un país en el que nadie lee y en un tiempo, como éste, en el que nadie escucha, seguramente el silencio es la única postura inteligente y todo lo demás vanas palabras condenadas, como todas, a convertirse en ruido»


Aún con todo, por mi cuenta y riesgo, hoy día veintiuno de Julio de dosmil siete me dispongo a lanzar esta botella al mar, vale.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La casualidad ha traído hasta esta orilla tu blog, que descubro con asombro y que a partir de ahora añado a favoritos. Animo con ello

Unknown dijo...

Fruto de la casualidad, llegué hasta tu blog.
Yo también nací en Vadinia y ese paisaje marcó para siempre mi vida.

Un saludo y ánimo de
Isoba.

Melquíades dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Hola. Enhorabuena por tu carta. Es curioso, te quiero cmentar que este nombre de Cartas desde Vadinia vino a mi mente el solo. Sin haberte leído, en un ejercicio de convergencia evolutiva del pensamiento, supongo: Hace unos meses me dio por escribir cosas que se me iban ocurriendo a modo de relatos cortos sobre vadinienses y cosas de esas, y precisamente "Cartas desde Vadinia" se me ocurrió como título de uno de los bloques o conjuntos de relatos. Para muestra un botón: mira en mi espacio: http://juandelapicota.spaces.live.com/
De todos modos, viendo que la idea te quiso a tí primero, respetando las prioridades de las musas, procederé si quieres a cambiar dicho título, sin ningún reparo.
Un saludo, paisano.