viernes, 6 de marzo de 2009

Si pasas el río, no bebas el agua, que la envenenaron los de la montaña

06.03.2009



Viva la montaña, viva,
viva el pueblo montañés,
que si la montaña muere
España perdida es.

Si pasas el río, no bebas el agua
que la envenenaron los de la montaña.

La montaña es un jardín,
las montañesas, las flores,
el que quiera ser feliz
busque en la montaña amores.

Si pasas el río, no bebas el agua
que la envenenaron los de la montaña.

De la montaña he venido,
a la montaña yo vuelvo,
porque sólo en la montaña
se cría todo lo bueno.

Si pasas el río, no bebas el agua
que la envenenaron los de la montaña.

Yo he nacido en la montaña
y morir en ella quiero,
porque estando en la montaña
estoy más cerca del cielo.

Si pasas el río, no bebas el agua
que la envenenaron los de la montaña.





A propósito de una reciente carta publicada en la Tribuna del Diario de León que lamentaba la desafortunada estrofa a la que hace mención el título de esta entrada, recupero el mismo debate para intentar arrojar algo de luz sobre la polémica. Lo cierto es que a mí personalmente nunca terminó de convencerme el añadido de "los mis amores son de la montaña" con que se sutituía la advertencia de envenamiento del agua.

La explicación parece más sencilla de lo que podamos imaginar, este tipo de canciones se han transmitido generacionalmente de forma oral y parece ser que esta referencia deviene de la época medieval, cuando con cierta frecuencia las esporádicas incursiones musulmanas (azeifas) llegaban hasta las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, parece ser que existía la costumbre de emponzoñar el agua de los arroyos para combatir estas incómodas visitas.

No he encontrado entre los historiadores que han escrito algo sobre nuestra zona ningún aval bibliográfico que recoja expresamente esta práctica, pero no es descabellada la suposición, ya que están documentadas incruentas batallas entre cristianos y moros nada menos que hasta la altura del mismísimo puerto del Pontón (Eutimio Martino - "Sajambre: los cántabros y la reconquista" cap.12 pp.128-129) Sorprende por ejemplo, comprobar, como en el año 866 aún Valdoré estaba en manos de los musulmanes y así mismo la existencia de fortificaciones defensivas moriscas a lo largo del curso del Esla desde Cistierna hasta Verdiago, o las escaramuzas contra bereberes en valle del río Dueñas.

Es sin duda un pasado lejano, del que aún hemos recibido ciertas reminiscencias orales en forma de topónimos, leyendas y canciones, y del que lejos de renegar, debemos sentirnos orgullosos y hacer lo posible por conocer y valorar.

Vale

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